Cada año en nuestro país, mueren electrocutadas miles de aves. Muchas de ellas especies protegidas.
Rapaces, como el águila imperial, el águila de bonelli, perdiceras, buitres leonados o alimoches canarios pierden su vida al posarse en las torres de alta tensión.
Estos tendidos, a veces propiedad de las comunidades autónomas y en otras ocasiones de particulares, no disponen de los aislamientos necesarios y de obligado cumplimiento, causando graves daños a nuestra fauna autóctona.
El ministerio publico se ha puesto manos a la obra, y acusa a las propias comunidades autónomas de no expedientar a las compañías eléctricas, así como impedir que los casos lleguen a los juzgados.
Es espeluznante, las cifras que se barajan; según técnicos del ministerio de medio ambiente, se cifró, en 33.000 los ejemplares de rapaces que mueren electrocutadas.
Otro estudio de la fundación de amigos del águila imperial, cifra el numero de aves en una horquilla entre 192.000 y 337.000 aves.
Este ultimo informe se acerca mucho más a la realidad, como reconoce el propio ministerio.
Tengamos fé, en que nuestros dirigentes tomen conciencia de este catástrofe y pongan los medios para detener tal devastación de nuestras queridas aves.
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